
Durante el Paleolítico Superior (25.000 a.C.) se desarrolla en la Península Ibérica un tipo de arte parietal que presenta unas características comunes.
Se representan sobre todo figuras animales, aunque puede aparecer algún elemento abstracto. Estas representaciones acusan un marcado naturalismo, son policromas e incluso se aprovechan las formas de la roca para realzar las formas de los animales representados. Éstos aparecen yuxtapuestos, sin formar ninguna escena.
Encontramos estas pinturas dentro de las cuevas, en lugares de acceso complicado, lo que lleva a relacionarlas con rituales religiosos o mágicos, propiciatorios de la casa, la principal actividad del hombre paleolítico.
Los principales yacimientos son los de Altamira y El Castillo, en Cantabria, y la cueva de Tito Bustillo en Asturias. Estas representaciones alcanzan también el Pirineo francés (Lascaux), por eso a este arte se llama también franco-cantábrico.
Suponen las primeras representaciones artísticas importantes del Paleolítico peninsular, lo que es un reflejo de la capacidad creadora humana y del uso de la inteligencia como principal capacidad adaptativa.